Nunca se vendió un país tan barato: esa impresión debió de producirles el acuerdo a quienes lo ajustaron por parte de Francia. Porque a cambio de la cesión de la Corona y de sus sacrosantos derechos al trono, la Familia Real española apenas recibió del Emperador de Francia algo más que un plato de lentejas.
PALACIO DE COMPIÈGNE
De ser dueños absolutos de uno de los mayores imperios coloniales europeos, sus posesiones se vieron reducidas a un palacio en Compiègne y un castillo en Chambord, con la condición de que en aquellos recintos mantendría el rey su tratamiento de Alteza Real. Además el exmonarca percibiría la cantidad de 30 millones de reales como renta anual vitalicia. En cuanto a la reina, se le otorgaban dos millones de francos anuales en el caso de que el soberano falleciese antes que ella.
Tal fue la vergonzosa claudicación de Bayona, que es recordada como una de las páginas más bochornosas, lamentables y tristes de nuestra historia. Carlos IV, su esposa y Godoy salieron para Fontainebleau, y Fernando, para Valençay, donde habría de permanecer, vigilado, durante seis años.
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